Cosas sueltas

Seguramente fue el agresivo frenón del chofer de la buseta en la que iba esta mañana consecuencia de un ligero sobrepaso en la duración acostumbrada del timbrazo de una ingenua austriaca lo que tiene, una vez más, dando vueltas en mi cabeza el tema sobre el que escribo hoy. En estos últimos días he sido particularmente consciente de ese veneno, o agresividad, o como quiera llamarséle, que está tan presente en la vida cotidiana en Colombia. No lo niego, yo también soy presa de ella y prueba de esto son algunos de los escritos de este blog. Ni hablar de los comentarios que escriben otras personas. Se siente el veneno a kilómetros de la pantalla. Es en todas partes, reales y virtuales. Y mierda, no sé, es un poco aterrador. No me interesa ahora indagar por las causas de este veneno permanente que nos acompaña; me basta con recordar mi reciente visita al Ecuador, país con un origen y unos problemas muy similares a los nuestros pero en el que definitivamente no se siente ese veneno, esa tensión. Siento a veces que no es gratuito que en este país se mate tan facilmente. Siento que la polarización en este momento en Colombia está llegando a niveles insoportables. Siento que vivimos paranoicos, a la defensiva, muertos de miedo, celosos de nuestros pares, envidiosos, presos de la ira. Que mal, que mamera. Que mamera que la gente que no está de acuerdo con uno no le responda respetuosamente sino que de una se vayan a los insultos. Da miedo, pienso que deben ser los mismos personajes que invadidos por el resentimiento no le deben poner ningún problema a vaciar el proveedor de un revolver en la cabeza de quien se tropezó accidentalmente con él, o de quien miró a su novia, lo cerró en el carro o simplemente no estuvo de acuerdo con él en una conversación.
Al respecto reconozco que por vivir en esta sociedad no soy ni mucho menos ajeno a esta paranoia colectiva y que constantemente la reproduzco. Y así como reconozco eso, acepto que yo no sirvo para pelear. No sirvo para responder con insultos a quien me insulta. Detesto al que me trata mal cuando yo no lo he tratado mal. Como decía, y sin temor a ser considerado cobarde, me dan miedo, me asustan, soy tremendamente vulnerable a este tipo de personas. No me gusta Uribe ni tampoco me gusta Lucho y, pese a eso, tengo muchos amigos Uribistas, Luchistas, godos, laureanistas, socialdemocratas y comunistas. Soy hincha de Millos y eso no me impide tener una esposa santafereña y buenos amigos hinchas del Nacional, del Cali y del América. La verdad, no me dan ganas de descuartizar con una motosierra y después beber la sangre de quienes no piensan como yo. Muchas veces no los soporto, no niego que a veces asumo posiciones de falsa tolerancia porque de verdad me resultan insoportables. Pero prefiero alejarme y no caer en el juego de ellos, aunque a veces es imposible no caer.

Era eso..