martes, mayo 17, 2005

Izquierda criolla, izquierda choneta

No creo (en algún momento de la vida si creí) en el discurso de Peñalosa y su séquito sobre el espacio público. Comparto, sin embargo, algunas cosas. Si creo que más rejas no garantizan más seguridad. Creo también que la gente estratos cinco y seis no tiene derecho a encerrar sus parques para que niños de estratos uno y dos no se mezclen con sus hijos. Tengo mis dudas sobre hasta que punto el acceso libre de todos los ciudadanos a todos los parques genera en efecto igualdad social; sobre este tema creo que el asunto es mucho más complejo. Y cerrando este tema, no estoy de acuerdo con quienes se autoadjudican una calle o una cuadra y ponen a un servicio de seguridad privada a cuidarla (paraco style).

Todo esto a propósito del decreto firmado ayer por el alcalde Garzón autorizando los cerramientos en Bogotá. No me voy a poner a discutir si el decreto es útil o no ni me voy a meter con la polémica entre los peñalosistas y los del país del "dejen trabajar". Simplemente quiero referirme a como con esta medida y con muchas más que le hemos visto a Garzón en la alcaldía nuestra izquierda pela una vez más el cobre. Creo que a esta altura ya está claro que la izquierda en Colombia más que por leninistas, maoistas o marxistas está conformada por colombianos. Es decir, por hipócritas, arribistas, ladrones, farsantes, buscadores incansables de privilegios, perezosos, vagos, tramposos, etc. etc. Y seres de esta ralea son poco compatibles con los principios básicos de igualdad de un pensamiento socialdemocrata. Retomando el tema, cuando Lucho toma esta decisión lo que lo motiva, según mi punto de vista, no es otra cosa sino esa tendencia también tan colombiana de querer bien con todo el mundo. Además de esto también lo motiva esa concepción tan colombiana de la izquierda según la cual mientras la derecha impone leyes y obliga a cumplirlas la izquierda es un llamado a la bacanería y a la cheveridad, al relajamiento, al "tómalo suave". A esto hay que sumarle su intención de llegar a la presidencia (como Pastrana, como Peñalosa, como Mockus) lo que lo vuelve un esclavo de la imagen (como todo el mundo) y medidas como tumbar la rejita de la señora no ayudan mucho. Finalmente, mientras otras alcaldías (Mockus, Peñalosa) sustentaban su decisión de acabar con los cerramientos en estudios serios que mostraban la inutilidad de estos, Lucho sustenta su decisión de volverlos a poner en los motivos ya mencionados y en la improvisación propia de haber llegado a la alcaldía sin tener ni idea de como gobernar a una ciudad (no hay que olvidar que pocos meses antes de las elecciones a lucho ni se le pasaba por la cabeza ser alcalde de Bogotá).